martes, 16 de febrero de 2010

Mauro Abraham Zavala Espejel





Nací un 14 de mayo de 1986, como a las dos o tres de la tarde. Mi padre, Melitón es un hombre muy interesante, y de conocimientos muy útiles y profundos, es un amigo para mí, mi primer maestro, mi madre María Isabel o mamá, es una muy linda mujer, que siempre está en mi corazón, en los días más bellos, y las noches mas oscuras.

No tengo registro de mi vida hasta como los tres o cuatro años, cuando descubrí que si me ponía de cabeza mi visión también lo hacía, en este momento fue como si mi conciencia despertara en un campo del espacio y de cómo mi cerebro lo interpreta. Poco después hice mi primer dibujo, era un personaje compuesto por tres triángulos, y unos palitos de manos y pies, bastante feo para mi gusto.

Recuerdo también cuando aprendí que dos es más que tres, y que el tres es uno de mis números favoritos, pero que siempre me decidí más por el cuatro. Esto fue en el jardín de niños. Una vez me escape del lugar para comprar un refresco, y todas las maestras me estaban buscando, se armo un pequeño revuelo.

Cuando tenía como cinco años, conocí a alguien de los que hasta la fecha es uno de mis mejores amigos. Se llama Gabriel, es un tipo moreno y delgado, un complemento perfecto en mi infancia, un amigo muy querido, un hermano.

En el transcurso de mi vida en el jardín de niños y en la primaria, me percate de que mis cualidades eran distintas a las de los demás niños, hacia las cosas diferentes, y me interesaba por cosas totalmente distintas. Sobre todo en mi pasión por dibujar, que compartía con mi hermano.

A los doce, conocí gente que me superaba por mucho y esto hizo que me esforzara más y más, siempre con un estilo personal, prefiriendo crear mis dibujos, que copiarlos de algún lugar.

Cuando tenía quince, inicie una etapa en mi vida que hasta la fecha no he podido cerrar, sacrificando parte de mi ser por una búsqueda oscura, escudriñando mis sentidos, dañándolos y destruyéndolos poco a poco. Dentro de esta búsqueda conocí a un sujeto que causo un estrepitoso despertar, alguien que había tenido una naturaleza muy distinta a la mía, y sin embargo sus conocimientos eran hermosos y peligrosos. Un personaje sombrío.

A los diecisiete, luego de varias experiencias, ya con mi cerebro tocado por las delicias del conocimiento, comencé mi vida social, ya por mi cuenta, conociendo gente por mis caminos, y no por los caminos de la sociedad.

Esta fue un época de muchos cambios, uno de ellos, quizá el más decisivo en mi vida hasta ese momento, fue conocer a Areli, la persona a la cual le debo mi lógica melancólica de ver la vida, mi propio ser, mis colores, mis pensamientos, mi silueta en la sombra, y los tonos rojos que posee mi existencia. Fueron causados por la presencia de esta mujer, pero no fue en el transcurso de mi relación con ella, sino su estrepitoso final.

Con ella me di cuenta de que yo realmente era un loco.

Comencé en la pintura a raíz de este suceso. Pues se me presento en la vida como una opción muy viable para desahogar mi corazón adolorido. En estas fechas, conocí un amigo, su nombre Rogelio, es un tipazo, un loco en un traje de humano, al igual que yo.

Resulta que el hermano de Areli, es un pintor, Jahir Albor, además me volví a encontrar con el personaje sombrío, su nombre es Víctor Rojas, mi segundo maestro.

Víctor me enseño lo que el conocía en pintura, y las bases para lo que sería después.

Poco después de que me ahogue en el dolor de mi perdida, y de que mis heridas y mis ojos no paraban de llorar, realmente decidí que la pintura era la mejor manera de comenzar a morir, de darle un sentido a la existencia y que así, por lo menos mi vida tendría la responsabilidad de darle una vida física a mis pensamientos.

El primer cuadro que agrado a mis ojos es el Monherebers. Que relata la imagen de Areli en mi cerebro.

El tiempo que paso después de esto, fue una constante práctica de pintura de y autodestrucción. Viví algún tiempo en casa de mi primo, Jose Luis Espejel, este es un pintor, y un loco. Y un espectador de mi último desarrollo.

El día de hoy, he redimido mi mente, mis caminos han cambiado y mi vida ha tomado otras facetas, he peleado contra mí mismo, y muchas veces he salido victorioso, pero otras tantas soy víctima de mis otras sombras, y al final ninguna herida me ha hecho sufrir como el olvido de una pasión, la primera de mi ser.

También he conocido a una mujer que he intentado que entre en la creación de mis sentidos, en un punto donde las conciencias convergen y forman una unidad, donde el pensamiento se desdobla y se intenta explicar en distintas formas. Cada una con el deseo de conocimiento, y de entendimiento del ser.

El trabajo que aquí presento es en parte un reflejo codificado de mí y de mis otras sombras.



















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